La salud de las empresas
El sábado 12 de julio de 1930, a las 06:23 de la mañana, un tranvía de la línea 105 se precipitó al Riachuelo. Murieron 56 de sus 60 ocupantes. La tragedia originó las primeras normas legales sobre salud y seguridad de los trabajadores de Argentina. Pero no fue sino hasta la década del 70 que surgieron los especialistas en medicina laboral de nuestro país. Conversamos con el Dr. Marcelo Cena, médico laboral.
Tu especialidad es muy “especial”.
MC: Sí, tiene algunas características bastante particulares. La primera es que en su ejercicio convoca a muchas especialidades. El médico laboral debe conocer de patología del trabajo, es decir, clínica médica, cardiología, otorrinolaringología (vinculado a problemas auditivos y del equilibrio), dermatología (por ejemplo, a causa de eczemas de contacto). En fin, es una especialidad muy integradora. La otra característica diferenciadora de la medicina laboral es que su ejercicio se da fuera del consultorio. El médico laboral sale del ámbito institucional (el hospital, la clínica) para entrar en los talleres y las fábricas. Para ejercer su profesión, tiene que conocer las características del puesto de trabajo de cada operario: si está expuesto al frío, al calor, al viento, al ruido, a sustancias químicas, a radiaciones. Saber si tal trabajador debe permanecer de pie, si debe cargar pesos, y de ser así, cómo lo hace, durante cuántas horas al día y con qué tipos de movimientos. Conocer en profundidad las condiciones de trabajo de cada puesto de la empresa.
¿A partir de qué número de trabajadores la empresa debe contar con un médico?
MC: Depende del tipo de actividad, si son operarios, a partir de 250 trabajadores. Si es una empresa del sector administrativo, por encima de los 1500 empleados.
Supongo que es una situación bastante particular: alguien, el empleador, contrata un servicio de salud que se le brindará a otro (el empleado).
MC: En los primeros años hubo algo de confusión. Por un lado, algunos profesionales no tenían muy en claro cuál era su función. Por otra parte, algunos empleadores pretendían que el médico laboral cumpla funciones de policía, o detective, haciendo control de ausentismo: “Vaya a la casa de Fulano que no vino a trabajar”. Eso lo puede realizar un supervisor del área de personal, no es función del médico laboral.
¿Y cuál es la función del médico laboral?
MC: En materia de ausentismo, por ejemplo, si el empleado se accidentó, establecer cuánto tiempo estará ausente y qué tipo de actividades podrá realizar cuando se reincorpore. El empleador necesita conocer esa opinión médica y legal para saber si tiene que entrenar, o no, a otra persona para que cubra ese puesto de trabajo. El sentido de la medicina laboral es en beneficio de la salud de los trabajadores. La legislación nacional va en esa misma dirección: Queremos trabajadores sanos y, más aun, jubilados sanos. Personas que, al terminal su etapa productiva, puedan disfrutar plenamente de la vida.
¿Cómo se concreta eso?
MC: Por ejemplo, durante demasiado tiempo hemos tenido trabajadores que cargaron pesos que estaban muy por encima de lo que sus cuerpos podían soportar. Esto, más temprano que tarde, se traduce en lesiones en la columna vertebral, en las rodillas, hernias de disco, y diferentes grados de discapacidad. Un daño gratuito, un costo social enorme, por nada. Todo ese perjuicio se puede evitar, se debe evitar, administrando las cargas para que no dañen la salud de los trabajadores. Y, si es necesario, hay auto-elevadores, monta cargas, cintas transportadoras, carros, poleas y demás soluciones que preservan el cuerpo del trabajador. No puede ser fuerza bruta.
¿Los empleadores piensan lo mismo?
MC: Creo que va más allá de los empleadores, como sociedad no podemos permitirnos que las personas dejen de ser productivas antes de la edad apropiada. La discapacidad laboral tiene un costo social altísimo: menos trabajo, menos productividad, más rehabilitación, más tratamientos, más pensiones, más medicamentos. Además, cuando alguien deja de trabajar, su empleador pierde toda la experiencia que esa persona acumuló. Entonces, siempre, siempre, siempre, conviene que el trabajador esté sano.
Te escucho y estoy tentado a creer en una realidad idealizada. Sin embargo, las relaciones laborales generan muchas tensiones, no se dan en el vacío.
MC: No, absolutamente, no se dan en el vacío. Las presiones económicas existen y son muy fuertes. De un lado el sindicato, del otro lado la patronal, y en el medio nosotros, los médicos laborales. El sindicato intenta obtener el máximo de beneficios para sus representados, el empleador intenta obtener el máximo de rentabilidad para su empresa y nosotros somos como la bisagra que articula entre ambos actores. El médico del trabajo está entre una estructura firme, sólida, que es la empresa, y un cuerpo que va y viene que es el conjunto de empleados. Como todo mecanismo, esa bisagra sufre desgastes, cruje, rechina, pero ahí estamos, en nuestro lugar, entre empleadores y empleados.
¿Y hay entendimiento?
MC: Cuando hay diálogo, sí. Las mejores empresas son aquellas en las que hay lugar para el diálogo, aunque esto a veces suponga tensiones entre el beneficio empresarial y el bienestar de los empleados. La mayor productividad se logra cuando el empleador sabe generar un buen ambiente de trabajo y tiene a sus empleados sanos. Si todavía algunos empleadores reaccionan mal, no es porque sean tiranos, sino por desconocimiento. Los nuevos niveles jerárquicos tienen mayor preparación, mejores niveles de estudios, y son más “porosos” para captar las relaciones laborales. En 25 años de ejercicio, muy pocas veces he visto a los sindicatos presionar porque sí. Recuerdo hace muchos años, un gerente de una compañía decir: “todos los problemas empezaron cuando llegó el doctor”. Por supuesto, yo no generaba la hipoacusia. Los trabajadores se iban quedando sordos con el correr del tiempo, debido a las condiciones de trabajo y la falta de protección. Yo le advertía a la empresa acerca de esos riesgos, pero su gerente, en vez de aplicar medidas correctivas, me responsabilizaba a mí.
A su modo, ese gerente era sordo, también.
MC: Era miope, no podía ver más allá de lo inmediato. Se había quedado en el tiempo, por eso no estaba informado y no podía tomar buenas decisiones. Ese gerente no sabía que determinados niveles de ruido terminan provocando lesiones auditivas, y que esas lesiones terminan siendo muy caras para la empresa. Se trata de una situación en la que todos pierden: la empresa pierde la indemnización y el trabajador pierde la audición. Mi trabajo es evitar esas situaciones.
Servicio de Medicina Laboral: CEDIT, Clínica Chapelco, teléfono 429 132.